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domingo, 12 de agosto de 2012

Desarrollo léxico y competencia literaria

Propuestas de lectura para recrear, reformular y inventar nuevas consignas de lectura y escritura. Son cuentos que quizá ya hemos leído pero aún podemos abordarlos desde otras perspectivas.



Si hacés click en este link que sigue podés encontrarte con un video donde la misma Graciela Cabal relata su cuento: Miedo.

miércoles, 29 de junio de 2011

PREGUNTITAS

Para seguir con las preguntas problematizadoras

Leamos algunas preguntas formuladas por Pablo Neruda en el Libro de las preguntas. Elijan algunas de ellas y respondan en una serie de versos.

¿Quién despierta al sol cuando duerme

Sobre la cama abrasadora?


Si todos los ríos son dulces

¿De dónde saca sal el mar?


¿Y cómo saben las raíces

Que deben subir a la luz?


¿Quiénes gritaron de alegría

Cuando nació el color azul?


¿Y cómo saben las raíces

Que deben subir a la luz?


¿De dónde saca tantas hojas

la primavera de Francia?


¿Cómo saben las estaciones

que deben cambiar de camisa?

martes, 17 de mayo de 2011

EL VIEJO RELOJ Fernando Alonso

EL VIEJO RELOJ

Fernando Alonso

El hombre vestido de gris y otros cuentos. Ed Alfaguara

Cuando faltó el abuelo, toda la casa se murió un poco. Ya nadie volvió a contar viejas historias. Ya nadie volvió a sacar humo de la vieja pipa de enebro. Ya nadie volvió a dar cuerda al viejo reloj del pasillo. La sala se quedó a oscuras de historias hermosas; el color lustroso de la pipa se volvió apagado y triste; al viejo reloj le nacieron telarañas por dentro y, poco a poco, se le fueron cayendo los números; igual que al abuelo los dientes. Y, cuando la esfera quedó vacía de números y sus tripas llenas de polvo y de telarañas, el viejo reloj del pasillo fue a parar a un rincón oscuro del desván.

Ramón tenía el pelo tieso, como alambre, y cara de estar siempre buscando alguna cosa. Un día, Ramón subió al desván. Buscaba un sombrero viejo para jugar a los piratas. Ramón no había conocido al abuelo y era la primera vez que veía el reloj. Al niño le gustaba mucho arreglar cosas; por eso, apretó los tornillos, remachó bien los clavos, sujetó la puerta y, a fuerza de frotar y frotar, dejó el reloj reluciente como un sol. Entonces, Ramón se dio cuenta de que el viejo reloj no tenía números. Se sentó en un arcón y estuvo un rato pensando. De pronto, su cara se llenó de sonrisa: ¡Sabía dónde podían estar los números! Aquellos números cansados de una vida aburrida y apolillada dentro de la esfera del reloj.

Con una espada de madera al cinto y un bocadillo de pan con chocolate en la mano, Ramón salió de casa. Iba a buscar los números del reloj del abuelo.

Después de mucho caminar, encontró al número 1. Trabajaba de arpón con un viejo pescador. Y el número era feliz en su nuevo trabajo. Ramón dejó al número y siguió su camino. El viejo pescador no tenía otro arpón para ganar su pan.

El 2 trabajaba de pato en una caseta de feria. Frente a la caseta de tiro al blanco, se apiñaba un grupo de niños. Entonces apareció la hilera de patos; en el centro iba el 2, tieso y orgulloso de su nuevo trabajo. Ramón comprendió que aquel número ya nunca podría vivir, quieto, en la esfera de un reloj. Mientras se alejaba, el ruido de la feria le acompañó un trecho del camino.

El número 3 estaba en un museo. Hacía de gaviota dentro de un cuadro, que representaba la playa y el mar. Era una obra muy valiosa y no podía destrozarla llevándose aquel número. Ramón dio una vuelta por el museo, vio todos los cuadros y salió silbando.

El número 4 jugaba a la pata coja en lo alto de un campanario. Hacía de patas de cigüeña; de una cigüeña que había perdido las suyas, en una mala caída, cuando aprendía a volar. Ramón la saludó con la mano y siguió su camino.

El 5 trabajaba en una señal de tráfico. La señal indicaba: "Prohibido circular a más de 50 kilómetros por hora." Si se llevaba el 5, la señal indicaría: "Prohibido circular a más de 0 kilómetros por hora" y ningún coche podría pasar ya por aquella carretera.

El 6 trabajaba de casa para un caracol. Aquel número era ahora muy útil; sobre todo en los días de lluvia y de frío.

El número 7 trabajaba de siete en el traje de un payaso. El payaso siempre se caía, el siete siempre se descosía y los niños siempre se reían. Ramón también se rió, cuando el siete le hizo guiños desde el traje de payaso. Y todavía se reía al recordarlo, mientras se alejaba del circo.

El 8 hacía de nube. Nube oscura, sobre un pequeño pueblo; sobre unas tierras pequeñas, que necesitaban de aquella lluvia para poder florecer; para poder dar de comer a las gentes que vivían en aquel pueblo pequeño.

El 9 trabajaba de lazo en otro circo. Un vaquero, de enormes bigotes y sombrero de ala ancha, hacía girar aquel lazo sobre su cabeza. Y Ramón aplaudió al hombre de los bigotes, que ganaba su pan trabajando con el 9.

El número 10 era el aro de un niño. El niño corría y corría por el parque y guiaba con el 1 para que el 0 no se escapara. Y el niño era feliz.

Encontró al 11 en un campo de deportes. Pintados de rayas rojas y blancas, los dos unos sostenían un listón. Y una fila de atletas esperaba su turno para saltar. -"¡Bravo! ¡Ha sido un salto estupendo!"

El 12 trabajaba en un mercado persa con un encantador de serpientes. El 1 era la flauta y el 2, la serpiente. Y tocando la flauta y bailando la serpiente, el encantador ganaba para vivir.

Ramón volvió a casa con su espada de madera al hombro. Todos los números habían crecido, se habían transformado, para adaptarse a su nueva vida. Una vida más hermosa, más divertida o igualmente aburrida, que la que llevaron dentro de la esfera del reloj. Pero, esta vez, era una vida que ellos habían escogido libremente. A Ramón no le importaba su fracaso; porque ya sabía lo que tenía que hacer.

Al regresar a su casa, cogió la caja de los colores y subió al desván. Y allí pintó los números en la esfera del reloj; unos números brillantes, de todos los colores... y alguna que otra flor, salpicada por la caja. Y, cuando el último número y la última flor estuvieron pintados, el reloj dejó oír su tictac monótono y alegre.

Y, a partir de aquel momento, en la habitación de Ramón siempre se oyó el tic-tac, alegre y monótono, del viejo reloj del abuelo.

martes, 26 de abril de 2011

CIENCIA EN POESÍA

LEECIÓN SOBRE EL AGUA

Antonio Gedeño.

Este líquido es agua

Cuando pura, es inodora, insípida e incolora.

Reducida a vapor,

A presión y a alta temperatura

Mueve los émbolos de las máquinas, que, por eso

se denominan máquinas de vapor.

Es un buen disolvente.

Aun con excepciones, pero de un modo general

Disuelve bien todo: ácidos, bases y sales.

Congela a cero grados centígrados

Y hierve a cien bajo presión normal.

Fue en ese líquido que en una noche cálida de verano

Bajo un resplandor gomoso y blanco de camelia

Apareció flotando el cadáver de Ofelia

Con un nenúfar en la mano.

EL AGUA

Miryam Colombotto

Llueve casi con timidez.
Cierro la puerta a otros ruidos
para oír sólo el sonido del agua.
La canción de cuna más antigua
que adormeció la tierra;
el eterno tema
que lava el alma hasta dejarla
despojada.

Me arraigo a este paisaje
como un árbol sediento
y permito que ella camine
por mis sentimientos
en todas direcciones.

Y consiento
que intente hallar los límites.
Yo
no los encuentro...

LO “INASIBLE” EN POESÍA

Heisenberg

Si quieres saber donde está un electrón

tienes que verlo

Para verlo

necesitas que la luz lo golpee

La luz

al contactar con el electrón

lo desplaza

Así que nunca sabes

dónde estaba el electrón



viernes, 11 de marzo de 2011

LO QUE LEEMOS

En esta entrada compartamos lecturas, las que nos gustan. Es otra forma de conocernos. Aquí va un cuento breve de Isidoro Blastein. Estuve releyendo sus cuentos breves.
Un millón de Sandías
Resulta que dos negros estaban dormidos en las laderas del Mississippi. Uno de los dos se desperezó, bostezó, suspiró y dijo:
-Cómo me gustaría tener un millón de sandías.

El otro negro preguntó:

- Rostus, si tuvieras un millón de sandías, ¿me darías la mitad?

- ¡No!

- ¿No? ¿No me darías un cuarto?

- No, no te daría un cuarto.

- Rostus, si tuvieras un millón de sandías, ¿no me darías diez sandías?

- No.

- ¿No me darías siquiera una sandía? ¡A mi que soy tu amigo?

- Mira, Sam, si tuviera un millón de sandías, no te daría una sola raja siquiera, una sola tajada de sandía.

- Pero, ¿por qué, Rostus?

- Porque eres demasiado perezoso para soñar por ti mismo
.