lunes, 14 de marzo de 2011

OTRO RELATO

De la compilación de Relatos para volver a clase (2010)
LA TEORÍA. ¿QUÉ TENDRÁ QUE VER?...
Verónica Rivero
Profesora para el Nivel Primario
En la escuela circulan mitos. La teoría es una cosa, pero cuando vas a la práctica no te sirve de nada lo que aprendiste es uno de los que mantienen latentes algunos colegas.
Cuando comencé a trabajar, mis colegas me decían: ¡no mamita eso es teoría! El niño no aprende si no tiene una familia estable, no aprende si es maltratado, si los padres están separados, si no tiene buen nivel socioeconómico etc., etc. Tomá esta planificación y desarrollála, que te va a dar resultado y ¡no le pidas peras al olmo! (lógicamente se referían a niños rotulados con problemas de aprendizaje, de conducta, dispersos etc.).
Otro mito está vinculado con la designación de grados. A los “nuevos” les corresponde “el peor grupo” o los primeritos, porque el docente que está en un segundo ciclo tiene que saber muchos contenidos y el nuevo seguro no los sabe. Y como en primer grado hay que enseñar cosas fáciles, como las letras, los números hasta el 100, y algunas sumitas, (¿quién no sabe eso no?) pueden estar los nuevos allí, además son jóvenes y tienen paciencia….
En ese entonces, yo cursaba el profesorado en Lengua y literatura, y respondía al perfil de este mito, por eso me designaron en un quinto año del área de lengua (para muchos fui una privilegiada).
Cuando realicé el diagnóstico me encontré con graves problemas de lectura: los alumnos no podían comprender los textos, ni siquiera los literarios. ¡Ni hablar de lectura en voz alta!, ya que deletreaban. No reconocían los signos de puntuación. Cuando escribían, unían palabras con artículos o preposiciones, trazaban mal algunas letras, no conocían “el texto borrador”, ya que sólo querían escribir copias del pizarrón, o responder a cuestionarios con respuestas textuales: ¿hasta dónde hay que copiar, seño?
Todo el detalle de mi diagnóstico fue compartido con el equipo directivo que estaba muy preocupado por los problemas en la lectura y escritura y me detuve en mostrar errores “sistemáticos” (así los llamé) a los errores de conceptos y procedimientos mal aprendidos como: trazado de las letras, problemas con el uso de la che (algunos colegas plantearon que no se la enseñaba más pues había sido quitada del alfabeto). Las graves dificultades para escribir y una larga lista de detalles provocaron una explosión en la reunión de personal a la hora de seleccionar los contenidos por desarrollar en el ciclo lectivo.
El debate en la reunión de personal se centró en el enfoque que proponen los diseños curriculares y la gran complejidad de contenidos no acordes para nuestra realidad institucional (decían los colegas, hace 10 años y me animaría a creer que hoy, ninguno ya piensa así).
A partir de esto compartí mi inquietud a los directivos: reflexionar sobre los marcos teóricos y el enfoque didáctico para la enseñanza de la lengua. Llegamos a la conclusión de que nuestra escuela tiene la obligación de brindar herramientas que mejoren las condiciones de nuestros alumnos procedentes de entornos poco alfabetizados y que viven bajo la línea de la pobreza.
¿Por dónde comenzamos los ajustes?, por supuesto, por el marco teórico, que fuimos leyendo y aplicando a las situaciones donde interveníamos. Nos reuníamos a estudiar en talleres, fuera del horario escolar. Nos agrupábamos por áreas, coordinados por compañeros a quienes habíamos elegido por considerarlos que tenían mayor dominio en el área disciplinar. Su tarea consistió en monitorear nuestros encuentros, llevar las inquietudes y dudas a los directivos, buscar material teórico y propuestas didácticas.
En estos encuentros acordamos aspectos metodológicos y didácticos, que pusimos en práctica durante el ciclo lectivo. Descubrimos que el problema comenzaba en el primer año, ocasionado por la aplicación de los métodos sintéticos que centran la enseñanza de le lectoescritura en la decodificación. Muchos niños pasaban a segundo año sin saber leer y escribir y llegaban a tercero con muy pocas habilidades adquiridas.
Cuando analizamos esta situación aducimos que una de las razones de este problema tenía que ver con la falta de continuidad de un mismo maestro durante el ciclo lectivo, puesto que los niños quedaban a cargo de maestros suplentes. Fue así como la directora me ofreció trabajar en primer año por mi condición de titular. Encantada con el nuevo desafío acepté. Ya nadie podría decirme: ¡vos no tenés experiencia en primer año .¡Podés tener mucha teoría pero naaada de práctica!
Elaboramos un proyecto anual desde el enfoque globalizador en todas las áreas, Ya consolidado el equipo de trabajo nos propusimos el desafío. ¿Por dónde arrancamos?, ¿presentamos las letras?, ¿enseñamos las vocales? Los libros de texto para el alumno no nos ayudaban demasiado.
¿Qué hicimos? Trabajamos la conciencia fonológica jugando con el sonido de las letras y la correspondencia en la cadena fonemática. Empezamos a leer y a escribir con las pocas letras que conocían y si aparecía una desconocida veíamos cómo era el grafema y su sonido y continuábamos.
¿Los resultados? Para mayo el 70 % de nuestros alumnos estaba leyendo textos cortos, cuentitos, historietas, títulos, portadores, esquelitas, listas. Y la verdad es que usamos una variedad muy amplia de métodos: sintéticos y analíticos, globales y eclécticos. Pero siempre para sortear problemas comunicativos. Observamos que cada niño tiene sus tiempos para el aprendizaje y esto no significa que no aprenda.
¿Cómo trabajábamos con el error? Notamos que todos tenían una lógica en los procesos evolutivos y según las estructuras cognitivas construidas. A veces trabajábamos con el método fónico para ayudar a los niños a recuperar los sonidos de las palabras que escribían. Otras veces empleábamos el método silábico para ayudar a los niños a unir los sonidos de la cadena fónica. De esta forma fuimos combinando los métodos según las necesidades individuales.
Hoy puedo decir que muchos aspectos han cambiado en mi institución gracias a las reflexiones sobre las prácticas y la constante capacitación. Siempre será necesario ajustar porque la realidad cambia constantemente y la escuela no puede dejar de escuchar la voz demandante de la sociedad.
De esta experiencia concluyo que el aprendizaje o fracaso de nuestros alumnos depende de nuestra intervención. Y que esta se sostiene en la teoría. Como profesionales de la educación, no podemos mantener latentes los mitos que disocian teoría y práctica, justamente por ser profesionales y porque sabemos que los conocimientos epistémicos sustentan todo lo que hacemos en el aula.

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